- "Siento la ridícula extrañeza de estar escribiendo sobre un hombre que fue mi pareja hace más de veinticinco años, el padre de mi hija Lola. Pero el pasado acaba encontrando un lugar pacífico donde alojarse, como estos campos de fresas"
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Jesús Quintero en un reportaje fotográfico realizado con mimo por Sofía Moro |
Quintero escucha la radio. La SER. A Àngels Barceló. Le gustan Iñaki Gabilondo, Javier del Pino, y las entrevistas de Valdano. “Gente sólida que conecta con los monstruos del mundo”, dice
Deudas. Ruina. Enfermedad. Abandono. El corazón herido. Incluso alguien dijo que lo vieron rebuscando en la basura. Tras una larguísima carrera como creador de un mundo y un estilo propios en la comunicación, hace cinco años abandonó los platós, coincidiendo con la quiebra de su último proyecto empresarial, el Teatro Quintero. Ha traído percheros con chalecos y camisas variadas para posar frente a la cámara de Sofía Moro. No ha perdido la intensidad al observar, forzando la retina, como una manera de penetrar la mirada del otro.
Es despistado, se ausenta en sus cábalas, escurridizo. Lo disimula con su manera de reír con todo el cuerpo. Tiene buena memoria. Esquivó un grave infarto, gracias a Valentín Fuster que le puso un stent en 1996 en el Mount Sinai Hospital. La gata acaba de parir en una casita de cartón entre percheros de ropa de marca –y ahora también de Zara. En las mesas del salón se desparraman carpetas de colores con preguntas por temas y letras mayúsculas. Y todos los libros editados sobre la entrevista. Quintero escucha la radio. La SER. A Àngels Barceló. Le gustan Iñaki Gabilondo, Javier del Pino, y las entrevistas de Valdano. “Gente sólida que conecta con los monstruos del mundo”, dice.
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La figura de Quintero demuestra que no siempre los grandes creativos resultan buenos emprendedores |
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