Hace algunas semanas, a través de Twitter, una seguidora me propuso abordar, con valentía, el polémico asunto de la independencia de los medios de información en España. Me retaba, en última instancia, a hablar, sin pelos en la lengua, acerca de los entresijos que condicionan, en mayor o menor medida, la evolución de grandes medios como ‘La Razón’ o ‘El País’, ideológicamente en las antípodas, y los grupos de comunicación que los respaldan.

Si hablamos de empresas, en un sistema capitalista, y liberal, como es el nuestro, tenemos que hablar, forzosamente, de dinero. Y, derivado de éste, de rentabilidad. Las empresas persiguen un lógico afán de lucro. Sus accionistas piden una o dos veces al año cuentas al equipo directivo y luchan porque su dinero invertido, genere más dinero y crezca cuanto más mejor. Esto forma parte de las reglas del juego.
Me decía Carlos Herrera en este mismo blog que “la publicidad, paradójicamente, nos hace más libres de lo que somos”. Y aunque tal vez el sentido que le diera a su respuesta fuera diferente al mío, lo cierto es que, salvo los medios públicos que en este país no hemos logrado que funcionen de manera independiente del partido de turno (el PP se cargó la corporación RTVE cuando llegó), los medios de información privados viven de la publicidad (bueno, y de la venta de merchandising). Y si sus ingresos son suficientes, y sus dependencias financieras (la deuda) razonables, se pueden permitir el lujo (la obligación diría el manual del buen periodismo) de ser independientes del poder y de ejercer el sentido crítico con él.
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Ben Bradlee en un retrato fechado en 2013 |
No creo, ni nunca he creído, en el periodismo de partido, o de trinchera, en el ideológicamente teledirigido hacia un sector u otro del pensamiento. Creo, y así me lo han enseñado mis maestros, en el periodismo valiente, independiente, siempre crítico con el poder, comprometido y hasta –admirable por corajudo- un poco suicida. De no existir este concepto del buen periodismo, el “Caso Watergate” no se hubiera publicado nunca en ningún periódico, y menos en “The Washington Post” de BenBradlee, que ha muerto, a los 93 años, este mes de octubre, después de haber dirigido ese rotativo durante 26 años de su vida profesional, y haber creído, hasta el final, en las investigaciones de dos jóvenes periodistas de su redacción, Carl Bernstein y Bob Woodward, que terminaron con la vida política nada menos que del entonces presidente de los Estados Unidos de América, Richard Nixon, en 1974.
En ese caso “The Washington Post”-empresa tenía la independencia económica suficiente, como para poder enfrentarse abiertamente contra el poder y, con la fuerza de sus datos, incontestables, terminar con la persona que ocupaba la presidencia del país más poderoso del mundo. Un auténtico hito de la libertad de expresión que se sigue estudiando en las Facultades de periodismo y que, a los más veteranos de este oficio de contar la vida, nos congratula con la profesión.
Sin embargo, en la España de comienzos del siglo XXI, con unas arcas públicas malheridas, y una crisis persistente, que no terminamos de superar, las empresas periodísticas, como he escrito en este mismo blog en más de una ocasión, han perdido su apellido de casadas -‘periodísticas’- y han regresado a la soltería. Dicho de otra forma, se han hecho, todas, sin excepción, dependientes. Sus ingresos, diezmados; su viabilidad, en entredicho y su influencia, en declive las han abocado a la supervivencia. Y el camino que les ha quedado para seguir siendo útiles ha sido emparejarse con el poder.
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Fotos que lo dicen todo: Juan Luis Cebrián (Prisa) y Soraya Sáenz de Santamaría |
En este contexto, tan triste como irritante, no es extraño leer noticias como ésta que protagoniza la vicepresidenta del gobierno: “Soraya asegura a Mariano Rajoy que ‘todos los diarios están controlados’ incluyendo a ‘El País’”. Como defiendo en líneas precedentes, el verdadero periodismo solo puede ejercerse desde una auténtica independencia económica. Si ésta no concurre, tenemos un auténtico problema. El poder, sea cual sea, perseguirá siempre su continuidad y, si para ello, tiene que doblegar a los medios de comunicación, y uniformarles, no regateará esfuerzos para lograrlo.
El PP no lo está pasando bien. Los casos de corrupción de algunos de sus dirigentes, con nombres como el de Bárcenasya en la cárcel, y otros –como Ratoy Granados- que tratan de soslayarla, están minando su imagen, pese a las energías que está invirtiendo en proclamar, a los cuatro vientos, que la crisis ha sido superada y que España ha pasado de la cola de Europa, a ser ahora la locomotora del Viejo Continente (¿en qué vagón van los millones de parados?).
Entiendo, también, que, como seguro habrán percibido algunos de mis perspicaces lectores, mis argumentos pueden parecerles algo inconsistentes, pues si surgen los ‘Casos Tarjetas Caja Madrid’ o “Libertad Digital”, ello significa que sigue habiendo prensa independiente. Es cierto. Pero por lo general, y así estamos, estas noticias no son producto de una investigación sesuda de algunos periodistas, como los que citábamos antes, sino producto de filtraciones interesadas, muy bien dosificadas en los tiempos (casi siempre en períodos pre-electorales) que utilizan como método unos partidos contra otros. Filtraciones que hacen llegar a medios ideológicamente contrarios a los del poder y que tratan de perjudicar su cartel electoral. Filtraciones que no dejan de ser carnaza para el aumento de ventas de un periódico (¡dinero!¡ingresos!).
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Para algunos, Àngels Barceló es una disidente del acuerdo de subsistencia de Prisa con el Gobierno |
Un gobierno tiene más poder del que creemos: puede despedir directores de periódicos o favorecer la refinanciación de las deudas que penden de algunas empresas periodísticas. A los medios de información les queda muy poco margen de maniobra: doblegarse o morir. Ésta es la cuestión. Y en los medios más díscolos con el gobierno, de uno y otro lado del espectro ideológico, las directrices ya están establecidas: seguiremos criticando al poder, pero con el chip de ‘baja intensidad’, no vaya a ser que recibamos una llamada de vicepresidencia del gobierno que nos sonroje y nos haga reconducir el camino del coqueteo.
Así, y pese a la desconfianza que muchos contenidos que se publican en los “confidenciales” debe merecernos, noticias como ésta: “Malestar en PRISA con Àngels Barceló por no rebajar el tono crítico con el Gobierno” ya no deben sorprendernos, porque los acuerdos con el Gobierno hay que mantenerlos y vigilarlos. Pero hay periodistas que velan por mantener su independencia, lo cual les honra, y otros que velan por mantener su puesto de trabajo, lo cual, dicho sea de paso, también es muy respetable, y comprensible.
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Un proyecto unipersonal basado en la credibilidad de un periodista como Fernando Berlín |
Dentro de poco, para fiarse, los medios de información deberán colgar en su web las cuentas de resultados para comprobar si realmente disponen de la independencia financiera suficiente como para poder ejercer la crítica contra el poder. Durante muchos años, y aún se sigue haciendo, la publicidad institucional de ayuntamientos, gobierno autonómicos y el nacional constituían otro modo de mantener a raya a los medios. Algo reprobable en todo caso.
Pero, entre unos y otros, se están cargando el periodismo. No entiendo, a veces, cómo se siguen comprando periódicos, porque dejarse el dinero en uno de ellos significa creer en lo que dice. Y, ahora, yo no pondría la mano en el fuego, porque existe mucho riesgo de quemarse. ¿Qué nos queda? Internet. La red ha llegado, como decía, para demoler el modelo actual y permitir que un solo periodista sea capaz, por sus propios medios –blogs, Twitter, Facebook, etc.- de llegar hasta miles de ciudadanos, hasta millones, de hecho. Cada vez surgen más proyectos, muchos unipersonales, de colegas que están haciendo una brillante labor, independiente. Y muchos, digo, están volviendo a las esencias del buen periodismo, de ése que defendió Bradlee a costa de su propio futuro profesional.
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Javier Gallego, Eva López y Jorge Maldonado, en los Premios AERO, de 'Carne Cruda 2.0', despedido de RNE y de la SER, ahora con su propio proyecto online |
Pero que nadie piense que mi mensaje persigue enaltecer todo lo que nos encontramos en la red. En absoluto. Hay que ser muy precavido y asegurarse de que el autor de tal o cual bitácora, o los promotores de tal o cual periódico digital se merecen nuestra confianza, lo cual es lo mismo que delegar en ellos nuestro derecho a la información. Pero, hoy por hoy, ¡qué lamentable! los medios de información que pertenecen a los grandes grupos, ejercen el periodismo en complicidad con el poder. Lo que nos pasa al común de los mortales con los bancos –si uno depende de ellos- es lo mismo que sufren los grandes grupos de comunicación: la dependencia financiera de los bancos deriva en pérdida de independencia política en el caso de los medios.
Y otra cosa, cuando alguien –un medio, de las dimensiones que sean- empieza a despuntar y a hacerse fuerte criticando al poder, éste tratará de extender su manto sobre él para domesticarlo, para contaminarlo de aquiescencia. Pero seguiremos ojo avizor...