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"El día que toqué el cielo en Sedano (Burgos)", por Pepe Rubio

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El periodista hizo de productor del programa "Personaje Privado" de Juan Cruz, producido en el año 1999

"La seguridad que me ha traído hasta aquí"

El cielo sólo se puede tocar una vez en la vida. El resto son aproximaciones, celestes, pero solo eso. En mi caso fue en el verano de 1999. Juan Cruz me ofreció ser guionista de una serie de entrevistas que iba a hacer para la cadena SER. Tardé dos segundos en contestar con un sí rotundo. Luego me dio la lista de personajes y exclamé para mis adentros “¡Madre! no menos de tres veces. Pepe Hierro, Eduardo Arroyo, Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti, Charo López, Nuria Espert, Juan Luis Galiardo, Rafael Azcona, Ángel González…para un periodista por hacer, como yo en aquel tiempo, los nombres provocaban temblores, de los que gustan, pero que hace que tu cuerpo vibre por dentro y por fuera. Y el terremoto llega cuando surge un nombre que no estaba en la lista inicial.

Miguel Delibes (Fotografía Podium Podcast)

Me llama Juan y me anuncia que en dos días nos vamos a Sedano (Burgos) a grabar a Miguel Delibes. Ir a la casa del escritor que de niño me hizo lector, pero también del periodista al que sólo se podía aspirar. Los nervios se multiplicaban además porque aquellas entrevistas arrancaban con un perfil personal y profesional que yo elaboraba y tenía que leer cara a cara frente al invitado. En esta ocasión lo tendría que hacer frente al maestro de la sencillez, y yo siempre he sido extremadamente barroco. Pasé de los “¡Madre mía!! a los “¡Dios mío!”. La noche antes no dormí. Cambié diez veces el guion de la entrevista y veinte el perfil. Nada me cuadraba.

"Miguel Delibes soltó una frase demoledora para alguien que tenía que perfilarlo, algo así como “no me deis demasiada importancia, que no la tengo”. Y luego Juan suelta “y con acento andaluz, da lectura a su perfil Pepe Rubio. En un segundo me pasó por la mente toda mi vida"

Por la mañana, temprano, habíamos quedado en la Cadena SER con el técnico Pedro Espinosa y en las primeras horas del día ya estábamos por la nacional uno camino de Sedano. Recuerdo que, a Espinosa, que a veces se creía mejor piloto que técnico, le dio por pisarle en exceso al coche. Al punto que medio en broma le tuve que decir que la bandera a cuadros ya la pasamos cuando Delibes nos dio la entrevista, que no había prisa. Además, él era muy devoto y siempre tenía la alternativa de dios, Juan y yo sólo podíamos encomendarnos a Delibes, que también era una deidad, pero sólo terrenal. Juan iba en el asiento delantero tomando notas y haciendo llamadas. Yo detrás repasando mil veces mi perfil, me lo quería casi aprender de memoria.

Como anécdota recuerdo que Juan de vez en cuando me pasaba llamadas de gente muy importante para que le dijera dónde íbamos. “Pepe, dile a Martín Garzo dónde vamos”, yo cogía el móvil muy timorato y respondía “a entrevistar a Delibes, Gustavo”. Y así iban pasando los kilómetros hasta que llegamos a la casa familiar de Miguel Delibes en Sedano. Don Miguelno nos esperaba sólo, estaba rodeado de hijos, hijas, nietos, yernos y nueras. Estaba de muy buen humor, y su hija Elisa era como la maestra de ceremonias.

Pepe Rubio
Mientras Espinosa preparaba la mesa para la entrevista en el porche exterior de la casa junto a un árbol gigante, Juan hablaba con Miguel para contarle que sería una charla amable y que él contara lo que quisiera contar. Los nietos miraban con curiosidad todo el montaje, y también recuerdo una voz con acento canario, que no era la de Juan, sino la de una nuera de Delibes. Una vez todo preparado, se inició la charla y a los dos minutos, con toda la familia alrededor, Juan me dio el paso más difícil que nadie me dio en la radio. Miguel Delibes, además, había soltado una primera frase demoledora para alguien que tenía que perfilarlo, algo así como “no me deis demasiada importancia, que no la tengo”. Y luego Juan suelta “y con acento andaluz, da lectura a su perfil Pepe Rubio”. En un segundo me pasó por la mente toda mi vida. Quise escapar, huir, correr, poder volar como esas perdices de “La Caza”. Pero los ojos de Miguel Delibes me miraban fijamente. Debajo un lago de inseguridad al que debía saltar y no ahogarme. Alrededor toda su familia a la que yo debía decir quién era su padre, abuelo y suegro. Manda narices.

Y arranqué, me tiré de cabeza, y nadé, no recuerdo si estaba fría, caliente o templada el agua. Fue como flotar en medio de un océano rodeado de montañas y de palabras que iban brotando a la vez de mi estómago como si de un ahogo se tratase. Y se obró el milagro. Creo que fue la primera vez que no tuve ningún atasco verbal en la radio en más de dos minutos sin parar de hablar. Las frases se iban acompasando con los movimientos de cabeza de Delibes como diciendo sí, que me iban tranquilizando. Y al llegar a la orilla con “Gracias Miguel por ‘El Camino’”, la charla continuó entre Juan y Miguel en una hora que para mí es la mejor entrevista que he vivido u oído en radio. Juan sabía crear el mejor clima y Delibes se sintió cómodo. Lo demás vino solo.

Delibes junto a Juan Cruz
(Fotografía Fundación Miguel Delibes)

Luego, tras tocar el cielo en aquel valle de Sedano, comimos en familia, porque nos hicieron sentir como unos Delibes más. Era una mesa alargada de madera poco tratada, donde se podían ver las vetas propias del árbol. Presidía Miguel Delibes. El plato principal fueron unos pimientos rellenos de carne. Luego una sobremesa que recordarla me hace profundamente feliz y en la que se habló de periodismo, de literatura, pero, sobre todo, de la vida. 

De vuelta a Madrid, creo que me dormí. Espinosa volvió a ser Fitipaldi, pero, como se dice en estos casos, cuando tocas una vez el cielo, ya puedes morir tranquilo. Que corra todo lo que quiera. 22 años después todavía puedo contarlo. Gracias Juan, porque no lo sabes, pero aquel día tu oportunidad y la mirada de Miguel me dieron la seguridad que me ha traído hasta aquí.

Y tras esta parrafada de egolatría de cuarta, os dejo lo que realmente merece la pena, la entrevista con Miguel Delibes en Podium Podcast, aquí.


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