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Channel: GORKA ZUMETA - Consultor y Formador
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Entrevista a Ansel Adams (1902-1984)

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Es el gran paisajista de la historia de la fotografía. Tuvo dos amores en su vida: la fotografía y la naturaleza. Prescindió deliberadamente de ángulos enrevesados, porque lo que le interesaba destacar era el paisaje en sí mismo; no el efectismo de la toma. En su caso puede afirmarse que sintió devoción, casi misticismo, por la belleza natural del oeste de los Estados Unidos. Dominó la técnica a la perfección, pero sin concederle más protagonismo que el estrictamente necesario. Es el padre de un nuevo procedimiento técnico que bautizó como Sistema de zonas y con el que no se persigue más que aumentar la calidad de la imagen, enriquecer hasta el límite la gama de grises.

-¿El hombre está destruyendo el mundo?
-Sí, y pone mucho empeño por lo que parece.
-Ahora que tiene la oportunidad, ¿qué les dice?
-Que sean extraordinariamente respetuosos con la naturaleza, porque mientras exista ella, nosotros existiremos.
-Y para usted, señor Adams, ¿qué es la naturaleza?
-Un privilegio.
-Muy poético, ¿y qué más?
-¿Se burla?
-¡No, qué va! Pretendo que me cuente más sensaciones.
-Algunos fotógrafos miman la realidad como los escultores miman la madera, la piedra o el bronce y le infunden el soplo de su mente.
-O sea que para usted la naturaleza es la materia prima.
-Dicho algo fríamente, sí.
-Usted es músico, pianista creo, ¿qué es lo que le hizo cambiar tan bruscamente?
-Precisamente la naturaleza. Comencé a fotografiar cuando tenía catorce años. Entonces tenía una Brownie. Siempre que veía mis fotografías sentía una sensación extraña, me decepcionaba.
-¿Por qué?
-Porque no tenían calidad, porque la naturaleza, el paisaje que yo había visto no se parecía a la increíble maravilla que estaba delante de mí.
-¿Y ahí comenzó su obsesión por la técnica?

-Fue un primer paso, porque entonces era muy joven, pero ya percibía esa limitación de mis medios.
-¿Se sentía pequeño ante los paisajes de Yosemite?
-Totalmente, como un grano de maíz en un maizal.
-¿La fotografía se le quedaba pequeña?
-¡La fotografía no, por favor! No se puede ser tan arrogante. Se me quedaba pequeña mi técnica, lo que yo sabía de ella, lo que era capaz de extraer de aquella maravilla. Por eso tenía que estudiar, prepararme, investigar.
-¿Lo suyo fue una carrera provocada por la necesidad de plasmar con toda fidelidad los paisajes que contemplaba?
-No sólo hay que hablar de fidelidad. Lo correcto es hablar de 'justicia'.
-¿'Justicia'?
-Sí, si yo no era capaz de reproducir esos paisajes tan absolutamente increíbles, mejor que no lo intentara. No hacerlo para mí era una injusticia.
-Pero ¿usted se sentía llamado por una voz divina o algo así?
-¿Por qué dice usted eso? ¿Porque hablo de 'justicia'?
-Suena raro.
-Admito que no lo haya oído antes, pero por favor escúcheme primero.
-A eso he venido, señor Adams.
-Me alegro. Continúo entonces. Si usted presencia ese grandísimo ademán de Sierra Nevada, en las montañas de California, y al mismo tiempo es usted un entusiasta de la fotografía, ¿cuál será su reacción?

-Fotografiar el paisaje.
-Exacto. Pues eso es lo que yo pretendo, amigo mío. Trato de plasmarlo con la misma espectacularidad del original.
-¿Y no le concedió usted excesiva importancia a la técnica?
-Sólo la necesaria, ni un grado más. Igual que en la música, la técnica no es más que un instrumento. Una buena fotografía es la expresión total de lo que uno siente.
-¿Y por qué esa excesiva meticulosidad en dominar la técnica hasta sus últimos secretos?
-No era un fin en sí misma, era un medio. Me interesaba reproducir el paisaje con la mayor claridad y precisión, y para eso debía dominar la técnica. Nunca inicié la competición de la técnica por la técnica. Mi planteamiento de partida era, más o menos: ¿qué necesito saber para hacer lo que yo quiero? Dicho de otra manera, para que me entienda mejor: los paisajes me obligaban a perfeccionar mi técnica.
-¿Con el Sistema de zonas?
-Sí, pero entiéndalo como un instrumento. Con ese procedimiento yo podía hacer que el papel fotográfico escupiera cientos de grises. Estaba dando calidad. Estaba -permítame- haciendo 'justicia'...
-¿Es complicado?

-¿El qué?
-El Sistema de zonas.
-Exige mucho trabajo, sí.
-¿Y trabajando con película de 35 milímetros se puede conseguir?
-Sería una labor de chinos. Lo mínimo, para trabajar con un poco de comodidad, sería el 6 x 6 centímetros; pero lo ideal es el gran formato. Tenga usted en cuenta que hay que dividir el negativo por zonas, de ahí el nombre.
-Vamos a dejar la técnica a un lado, si le parece.
-Me parece perfecto. Centrar la conversación en el aspecto técnico sería desvirtuar mi obra. Mi trabajo consiste en observar la naturaleza. Tengo que estudiarla hasta el más pequeño detalle, las sombras, las luces, los volúmenes, las líneas,...
-La armonía del conjunto, como en la música.
-Muy bien. Veo que ha captado la idea. En ocasiones he llegado a invertir semanas en planificar una fotografía.
-Le repito que es usted muy exigente consigo mismo.
-Si no lo fuera probablemente no estaría usted aquí, charlando conmigo.
-Touché.

-Sigo explicándole: en mi cabeza tengo metido ya un paisaje determinado. Pero lo quiero con una determinada luz, y en una época del año muy concreta. Programo más o menos los días, preparo el saco de dormir, cojo mi cadillac viejo y me voy de viaje.
-¿Y si a pesar de toda esa precisa planificación, el resultado no coincide con sus expectativas?
-Me vuelvo a casa sin ningún problema.
-¿Sin disparar ni una sola fotografía?
-No sería la primera vez, ni la segunda.
-¿Siempre trabaja con tanta planificación?
-No, hay ocasiones en que las cosas te vienen rodadas. La vida a veces te invita a disfrutar de las casualidades. Tengo fotografías en las que no he invertido más que quince segundos en medir la luz, enfocar y disparar.
-¿Qué es lo más importante de un paisaje?
-Absolutamente todo. La naturaleza, que es sabia, se presenta armoniosa. La imagen por tanto tiene que armonizar todos los elementos, todos los detalles que la componen; principalmente la luz. Un amanecer en el desierto, unos rayos de sol atravesando las nubes, la sombra proyectada por una montaña, añaden dramatismo a una escena pero por sí solos no sirven de nada. Hay que conjugar todos esos elementos y conferir a la imagen una armonía, un equilibrio vivo, real, nunca artificial.
-En quince segundos me ha dado usted una clase magistral.
-No me tome el pelo.
-¡No, en serio! ¿Cuántas noches ha pasado al aire libre?
-Menos de las que quisiera. Alguna vez... es curioso, lo recuerdo ahora, ponía el despertador para que sonara poco antes del amanecer. Me preparaba. Tomaba la fotografía y me volvía a dormir con la satisfacción de haber cumplido con el deber.
-¿Y qué es para usted uno de esos paisajes suyos?
-Una región extensa, donde hay espacio para el corazón y la imaginación.
-¿Y la fotografía?
-La magia que me permite hacerlos míos, llevármelos a mi casa.
-Toda una vida marcada por la naturaleza y por el paisaje. ¿No practicó otros géneros?
-También hice retratos, pero no me gustaban tanto como los paisajes.
-¿Qué retrato, que no ha hecho, le haría cambiar de opinión?
-No sé... me pone usted en un brete, pero tal vez la cara del presidente Nixon cuando se destapó el asunto del Watergate.
-Una buena fotografía, sí señor.
-Eso creo yo.

Fragmento de la entrevista realizada a Ansel Adams, extraída del libro 'Diálogos Fotográficos Imposibles', de Gorka Zumeta. 

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